Para diseñar y aplicar una acción de eLearning con cierta garantía de éxito, debemos involucrar al alumno. Con ello lograremos que disfrute del proceso mismo de aprendizaje y que no solo lo complete, sino que ponga en práctica lo aprendido. Eso es el engagement y, aunque es algo que debe experimentar el alumno, somos nosotros los responsables de que germine y se fortalezca.


Es posible que hayas tenido la suerte de conocer alumnos comprometidos con su aprendizaje, que están motivados a participar y a finalizar los cursos sacando de su formación el máximo provecho. Alumnos maravillosos, ¿verdad? Pero seguro que te has encontrado más a menudo con la otra cara de la moneda, alumnos con poca motivación, que apenas invierten tiempo y mucho menos esfuerzo en su aprendizaje.

En ambos casos, sin embargo, estamos hablando de lo mismo: eLearning Engagement. La condición imprescindible para que el eLearning funcione. ¿Y de qué se trata exactamente? Pues es nada más y nada menos que el compromiso del alumno con la experiencia de aprendizaje, compromiso que se traduce en una inversión de tiempo y esfuerzo directamente proporcional al valor de lo que alumno considera que va a obtener de ese aprendizaje.

Por lo tanto, la responsabilidad del nivel de compromiso del alumno es nuestra, de los diseñadores, de los coach y de las organizaciones que usamos el eLearning como medio de aprendizaje. Como profesionales comprometidos, todos buscamos de manera constante diferentes técnicas para motivar a los alumnos. Juegos, gráficos, actividades interactivas… pero nada de esto tiene sentido si antes no conocemos algo decisivo, lo más importante, lo que impulsa a los alumnos a invertir su energía en tu curso.

Los cursos cuyo diseño no se centra en el alumno, resultan inútiles. “Dime y lo olvido; enséñame y lo recuerdo; involúcrame y lo aprendo”. Ya lo dijo Benjamin Franklin. Y para involucrar a tu alumno, primero debes conocerlo.

El conocimiento se construye como un edificio: primero los cimientos, el tejado lo último. Como dice el popular refrán, no puedes empezar la casa por el tejado. Por eso, tus acciones de formación deben apoyarse siempre en los conocimientos previos de tu alumno, en lo que ya sabe. No hay nada que desmotive más que no entender nada. Y esto se vuelve especialmente relevante en los cursos técnicos. Si no quieres que tu alumno se sienta perdido al empezar sus estudios, investiga qué conoce y empieza a construir tus cursos a partir de ese punto.

Piensa en la última parte de la frase de Benjamin Franklin: “Involúcrame y lo aprendo”. Involucrar al alumno implica captar su atención. ¿Cómo? Muy fácil. Hazle reflexionar desde sus conocimientos y experiencias. Para ello, puedes hacerle preguntas del tipo: “¿Qué pasaría si…?”, o “¿Qué pensaste cuando…?”.

Además, intenta expresarte en su mismo lenguaje, usa ejemplos de su entorno, sorpréndele con datos insólitos, usa elementos visuales que le ayuden a comprender lo que intentas comunicarle… Si, además, le queda claro por qué la información que le ofreces es relevante y qué beneficios sacará de ella, se interesará y aprenderá mejor.

Una vez que tu alumno ha adquirido unos conocimientos, debes reforzarlos de manera inmediata para que esa adquisición se convierta en un aprendizaje real. Para ello puedes proponerle que resuelva un caso práctico, que responda a una pregunta, que realice una tarea sencilla… Este refuerzo puede ser también una gratificación, un reconocimiento a su esfuerzo, por ejemplo con una insignia o, al final de la acción formativa, con un certificado. Se trata de motivar que el alumno quiera esforzarse y llegar hasta el final para conseguir esa recompensa.

Imagínate que, al entrar en el curso, tu alumno se encuentra con elementos de colores imposibles, textos desordenados o mal maquetados, imágenes poco atractivas… Seguro que acabas de recordar alguna formación así. Desmotivante, ¿verdad? Eso es porque la estética es un elemento más que ayuda a motivar a los alumnos. Un entorno y unos contenidos atractivos favorecen que el alumno se “enganche” a la formación a través de las emociones. Y no hay nada que favorezca más el aprendizaje que la emoción.

Ahora bien, ¿cómo puedes descubrir y analizar el nivel de compromiso de tus alumnos?

Algunos datos fiables que puedes conseguir con facilidad son los minutos invertidos en la formación, las visitas repetidas, la finalización de los cursos… Pero hay algo que no debes olvidar: el nivel de compromiso del alumno no será el mismo a lo largo del curso. Por lo tanto, tu estrategia deberá cambiar dependiendo de si quieres conseguirlo antes de la experiencia formativa, durante la misma o bien al finalizarla.

El engagement antes de la experiencia del aprendizaje tiene que ver con las necesidades reales del alumno: ¿tiene más o menos experiencia en su puesto? ¿Se trata de un colectivo homogéneo en género, edad, etc., o es más bien diverso? ¿Ha pasado antes por experiencias de eLearning? ¿Qué disponibilidad de tiempo tiene? 

En este caso, el nivel de compromiso puede comprobarse a través de las inscripciones: ¿Qué cursos eligen los alumnos? ¿Cuál les resulta más atractivo? Si se trata de una formación obligatoria… ¿cuánto tiempo tardan en registrarse?

Para promocionar tus cursos, debes tener esto en cuenta: genera curiosidad en tus alumnos potenciales. ¿Qué conceptos van a explorar? ¿Qué aprendizajes descubrirán? ¿Qué beneficio van a conseguir? ¿Tiene relación con su día a día, o quizás con su trabajo?

Una vez tengas la respuesta a estas preguntas, crea un vídeo atractivo que despierte su interés, usa mensajes cortos pero directos y potentes que capten su atención, ofrece una información clara sobre los contenidos, la dedicación que le va a suponer, los plazos, posibles requisitos… y, como extra para su motivación, publica opiniones de antiguos participantes y su valoración.

Una vez tus alumnos se hayan matriculado, llega el momento de generar engagement durante la experiencia de aprendizaje. Convierte esta experiencia en un proceso activo: haz que explore y descubra la información, que tome decisiones con ella, convierte el proceso de aprendizaje en algo manejable, elimina la información excesiva e innecesaria y ofrécele retroalimentación continua. Comprobar el avance personal es un incentivo muy importante. También puedes incorporar elementos de gamificación como rankings, premios, niveles, sistemas de logros, hitos… La gamificación funciona con todos los perfiles de alumnos, no solo con los jóvenes.

Para comprobar el nivel de compromiso en esta etapa, puedes revisar las tasas de participación y abandono, los usuarios activos, el tiempo dedicado…

Finalmente, el engagement después de la experiencia del aprendizaje se refleja tanto en el nivel colectivo de participación como en la aplicación en el puesto de trabajo de todo lo aprendido a lo largo de la acción formativa. Si quieres reafirmar la percepción del aprendizaje como una experiencia positiva, deberás proporcionar a tus alumnos referencias online, contactos para consultas, seguimientos aplazados…

A modo de resumen, debemos siempre considerar el eLearning Engagement un factor crítico de calidad en nuestras acciones formativas, ya que tiene consecuencias directas en el resultado del aprendizaje. Sin eLearning Engagement, será casi imposible obtener un aprendizaje real. Por lo tanto, nuestra responsabilidad es generarlo y mantenerlo al máximo nivel a lo largo de toda la acción formativa.


Nuestros cursos obtienen un engagement del 98%. Ponemos el foco en la práctica y la interactividad de los contenidos. Medimos el impacto obtenido en cada participante mediante métricas objetivas. Si quieres que te cuente cómo lo hacemos contáctame en hola@practikalia.com